Resoluciones
“La libertad libera, pero primero enfada” – Gloria Steinam
Por E Quinones
Tenemos una gran familia combinada, bella, pero no siempre fue así como talvez se enteró en la última edición de Tumbleweeds. Cuando mi esposo y yo nos juntamos, teníamos cinco chicos menores de 11 años (10, 9, 8, 7 y 2), con otros tres padres biológicos en la combinación. Ahora, nuestros hijos ya están en sus años 20 y los otros padres rara vez están en nuestras vidas. Comparto mis reflexiones sobre los últimos años con el propósito de infundir esperanzas para su futuro conforme trata que su familia combinada se convierta en una relación de cuentos de hadas. Le advierto que esto no sucede por arte de magia como en las películas; sin embargo, es posible.
Cuando nuestros hijos estaban en las escuelas media y preparatoria, constantemente interactuábamos con los otros padres biológicos. Con frecuencia, los temas eran desafiantes y las conversaciones, frustrantes. Muy pronto nos dimos cuenta que si hablábamos negativamente de los otros padres, nuestros hijos lo sabrían. No es que habláramos negativamente de ellos alrededor de los chicos o que éstos nos escucharan quejándonos de ellos. Era la energía que los chicos podían sentir de nosotros cuando simplemente hablábamos de sus padres en alguna conversación. Así como cuando a uno no le gusta una persona y las dos coinciden en un mismo lugar al mismo tiempo — en una reunión familiar o situación de trabajo o evento social con amigos en común. Uno no tiene que anunciar a todos que no le gusta cierta persona; todos se dan cuenta debido a la energía negativa que uno pone en el ambiente. Es incómodo para todos estar en ese espacio.
Creyéndonos listos, encontramos una solución para nuestras conversaciones privadas: nombres secretos para referirnos a ellos con libertad. Los nombres realmente enfatizaban lo terrible que nos sentíamos sobre ellos. ¿Era eso correcto? Pensamos que sí—al principio.
Por ejemplo, una conversación privada entre mi esposo y yo era algo así: “Uf, Úrsula, la bruja marina, llamó hoy y quiere cambiar un día la semana entrante. ¡Ya sabe que tenemos planes! Quisiera que los dejara así!” o “Puaj, Darth Vader mandó un mensaje hoy y preguntó qué pasó entre los niños la semana pasada. Quisiera que se ocupara de lo suyo”. Parecía benigno. Seguimos con eso unos cuantos meses y nos divertimos jugando con otros nombres de villanos. No fue sino hasta una noche cuando conversábamos en esa forma que nos dimos cuenta de lo que sentíamos al usar nombres en clave. Al principio nos sentíamos ingeniosos y un poquito astutos, pero con el tiempo nos sentimos peor porque todavía estábamos hablando mal de ellos —los otros padres— e inadvertidamente de nuestros hijos.
Mi esposo y yo tuvimos unos cuantas conversaciones sobre lo que sentíamos y decidimos dejar de hablar negativamente por completo sobre los otros padres. Acordamos hacer lo mejor posible para hablar de los hechos, sin agregar nuestra opinión o drama. Sé que parece una pequeñez, de la cual, después de todo, nuestros hijos nunca se enteraron, pero hizo una gran diferencia. Simplemente, decidir remover la energía negativa hizo más fácil conducir nuestras interacciones. No cambió a los otros padres o lo que pedían. Sin embargo, cambió el poder que, sin saberlo, les habíamos dado —y les habíamos dado mucho. Era hora de recuperar nuestra fuerza.
La próxima vez que interactuamos con uno de ellos, nos sorprendió lo pronto que nos sentimos frustrados, enfadados o exasperados a partir del momento en que vimos que su nombre apareció en el teléfono. Inmediatamente, reconocimos los sentimientos de intrusión en nuestro tiempo con los niños. También reconocimos la energía negativa que se apoderó de nuestros cuerpos en ese momento. Guau, fue fuerte. Ahora viene la parte difícil: Escoger un comportamiento diferente. Tomó práctica y no fuimos perfectos. Pero con el tiempo estuvimos más ligeros cuando tuvimos que tratar con los otros padres. Nuestras conversaciones no eran tan animadas y, honestamente, eran un poco aburridas y realistas cuando hablábamos de situaciones de cocrianza.
En estos días, cuando estaba por terminar la historia para presentarla a Tumbleweeds, mi hijo mayor pasó por mi oficina y me preguntó en qué estaba trabajando.
Pude haber cambiado el tema, pero me detuve. Tomé una decisión consciente para decirle el tema general de esta historia y preguntarle si quería leerla. Después de todo, ésta soy yo confesándole a mi hijo adulto algo de lo cual no estoy orgullosa. Era un tema que pudo haber permanecido oculto en nuestra relación. Pero era tiempo para sacarlo a la luz y soltarlo.
Lo leyó en mi computadora y rápidamente empezó a sugerir cambios. En unos cuantos momentos paró y releyó el artículo y, después, conversamos. Compartió estos sentimientos: “Guau, nunca supe que esto estaba ocurriendo. Pero sí recuerdo sentirme atrapado en el medio muchas veces cuando estábamos chiquitos. Era difícil cuando tú y mi papá no se hablaban y nosotros teníamos que ser el puente entre ustedes. Se sintió como que maduré rápidamente. Me gusta el sentimiento de tu historia y me alegra que la compartas con los demás. Muchos chicos ahora están en la misma situación en la que nosotros estuvimos entonces. Y, si tu historia puede ayudar a crear consciencia en los padres ahora, entonces creo que ése es un logro”.
Escuchar sus palabras ayudó a sanar una vieja herida de vergüenza que no me había dado cuenta todavía estaba ahí. Esta conversación me acercó más a ser la persona que quería ser hace tantos años. Estoy agradecida.
Dicho eso, cuando las personas a su alrededor estén haciendo resoluciones de cómo quieren ser en el nuevo año, le invito a que piense sobre aspectos en su vida a los cuales usted les agrega negatividad, drama o emociones extra negativas innecesarias. Podría tomar la resolución de hacerlo de manera diferente en el nuevo año y la mejor parte es que usted obtendría todos los beneficios. Puede que otros observen que está menos gruñón o que ahora en lugar del ceño fruncido del pasado tiene una sonrisita. A menudo, un pequeño cambio puede hacer una gran diferencia en nuestras vidas. Espero que lo intente.
Por E. Quinones Traducción por Flor de María Oliva