¿Se crió en un hogar donde gritaban?

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Los gritos en la familia pueden impactar toda la vida

By E. Quinones

¿Se crió Ud. en un hogar en el cual gritar era normal? ¿Es gritar algo común en su hogar hoy en día? ¿Desea que este comportamiento continúe o quisiera cambiarlo?

Cuando era pequeña no gritábamos en mi casa. De hecho, hoy en día, cuando alguien levanta la voz me sobresalto. Los gritos sólo se daban cuando algo andaba perjudicialmente mal y alguien estaba en peligro. A una temprana edad, mi madre decidió que cuando tuviera hijos, ella no iba a gritar alrededor de ellos. Uno de sus primeros recuerdos son las riñas de sus padres. No se acuerda por qué peleaban, sólo recuerda voces altas y atemorizantes.

Recientemente, hablé con varias personas que compartieron el impacto que gritar ha tenido en ellas. Varias deliberadamente han decidido romper el ciclo, pero no todas. Una tarde, hablé con tres hermanas que crecieron en la misma casa. Me contaron esto.

 

Antes de decir algo, Lisa inmediatamente mostró heridas profundas. La expresión en su cara cambió, su voz se estremeció y empezó a temblar un poquito, pero dijo: “Mi mamá nos gritaba todo el tiempo. No siempre eran gritos, sino una voz alta de censura y desprecio. ‘¿Qué hacen? ¿Qué están mirando en la television? ¿Adónde van? ¿Qué dijiste? ¿Dónde está mi cambio? Te di dinero para comprar estas cosas y sé lo que cuestan así es que debería tener más cambio. ¿Dónde está?’ Soy la mayor y asumí mucha responsabilidad. Pensaba: ¡Oh, no! ¿Qué hice mal? Mamá ya está enfadada conmigo otra vez. ¿Cómo protejo a las otras? ¿Qué necesito hacer para que esto pare?” Lisa aprendió a adaptar su comportamiento con la esperanza de evitar la ira de su mamá. Aprendió a estar nerviosa siempre.

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Monica, la hermana menor, dijo que en la actualidad ella y su familia van a terapia cada semana, específicamente con el fin de aprender a comunicarse de una forma diferente. Su hijo mayor tiene ocho años y ella solía gritarle con frecuencia, así como le gritaban a ella. Ahora, está casada con un hombre que no grita y juntos tienen dos hijos pequeños. Él se crió en un hogar que se comunica en voz muy baja, en completo contraste con la forma en que la criaron a ella. Ha sido una lucha para ellos aprender a comunicarse eficazmente. Están haciendo el esfuerzo en familia porque ella cree que eso les conducirá a una mejor vida a todos. Una mejor relación para ella y su esposo. Una mejor niñez para sus hijos. Una vida más tranquila para ella. Quiere romper el ciclo.

Antes de que falleciera su mamá, Lisa dice que tuvo conversaciones con ella para tratar de entender por qué sentía la necesidad de gritar. “Así soy. Hablo en voz alta. Siempre he sido así. Si no les gusta, se pueden ir”. Ahora que lo piensa, le parece que su mamá sentía la necesidad de gritar para que la escucharan en sus relaciones. Lisa sabía cuando llegó a tener hijos que ella no iba a gritar. Ponía atención a otros padres de familia y observaba cómo les hablaban a sus hijos. Trabajó duró para criar a sus hijos en forma diferente. Cuando estaba muy nerviosa, en su frustración le entraban las ganas de gritarles a sus hijos. La invadían los recuerdos y se acordaba del dolor y el temor de su niñez. No les quería pasar eso a sus hijos, quienes ahora son padres de familia. Ellos les hablan gentil y amorosamente a sus hijos; no gritan. Por supuesto, hay veces que hablan con firmeza y otras en las que alzar la voz es necesario para captar la atención de alguien, pero no es algo que ocurra diariamente. Ella rompió el ciclo de los gritos.

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Durante nuestra conversación, Rachel, la hermana de en medio, sólo escuchaba. Antes de concluir, decidió compartir. Con frecuencia, Rachel habla en un tono de voz elevado, especialmente cuando las conversaciones se ponen difíciles, o alguien le corta el paso en tránsito. “No me avergüenzo de la forma en que me criaron. Soy como mi mamá. Hablo alto. Así somos. Si la gente dice que no grita, miente. Todos gritan. Ustedes son mejores para ocultarlo. Me siento cómoda como soy y mis hijos están bien”. Ella ha optado por seguir el ciclo, conscientemente. Días después, hablé con el exesposo de Rachel. Dijo que recientemente sus hijos han batallado en la escuela, académica y socialmente. Siente que el que la mamá les grite tiene que ver en sus interacciones con otros niños y maestros en la escuela. “Ella es quién es y no quiere cambiar. Está arraigada en sus costumbres”.

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Energía que se contagia

Cuando uno permanece calmado, los demás se calman. 

¿Alguna vez ha visto a un niño que se cae o se golpea la cabeza levemente? Rápidamente le ven con los ojos bien abiertos, en espera de su reacción. Si se le acerca lentamente y extiende los brazos para confortarle sin decir mucho puede que llore un poquito en sus brazos mientras entiende lo que le acaba de suceder. También, puede que salga corriendo y siga jugando. Igualmente, si Ud. dice en voz alta “¡Oh, no! ¡Eso realmente debe doler! ¿Estás bien?” y corre hacia él rápidamente, casi en pánico, el niño abre bien los ojos y empieza a llorar, fuerte. En estos casos, el niño iguala su energía y reacción sobre lo sucedido.

Conforme crecemos aprendemos formas de reaccionar y responder al observar lo que nos rodea. No nos damos cuenta de que podría ser diferente de aquello con lo que crecimos. Ese entendimiento llega hasta que somos mayores y nuestro círculo de observación se expande.

En su boletín semanal, Today’s Parent publicó un artículo por Lisa Kadane, en marzo del 2023, en el cual la consejera clínica Elana Sures dijo que gritar es algo que podemos hacer para comunicarle a un niño una urgencia. “Lo nocivo de esto, sin embargo, es que los chicos tienen sistemas nerviosos sensibles y los gritos les asustan”, agregó. “Los gritos son agresivos e intimidantes. Las expresiones faciales que los acompañan son realmente de enfado y dan miedo. Cuando obtenemos los resultados que deseamos al gritar es porque los niños están asustados y sólo quieren que dejemos de gritar. No es porque realmente hayan decidido cambiar su comportamiento.” Puede leer el artículo completo, en inglés, en Today’s Parent:bit.ly/4fXgsvg. Ofrece ideas prácticas para dejar el hábito de gritar.

En resumen:

Gritar infunde temor en los niños, quienes cambian su comportamiento porque quieren que uno deje de gritarles. 

¿Somos nosotros los del problema? Gritar suele suceder porque tratamos de controlar una situación y sentimos que tenemos que alzar la voz para tratar de recuperar el control.

Ud. no está solo. Cerca de un 90 por ciento de los padres de familia encuestados admitieron haberles gritado a sus hijos en el último año. En familias en las cuales los niños son mayores de siete años, casi un 100 por ciento de los padres admitió gritar.

Written by E. Quinones. This is a true story and reflection from the author, who has asked to remain anonymous under a pen name.