Maternidad enmascarada

Maternidad enmascarada

Los excepcionales desafíos de criar hijos en tiempos de pandemia

Por Liz Elmquist

Traducción por Flor de María Oliva

Últimamente, he estado reflexionando sobre lo que significa ser una “madre de pandemia”, una frase que me negaba a usar hasta recientemente.  Cada día, mi experiencia de ser madre en la pandemia es un poco diferente.  Por supuesto, la experiencia cambia con base en la edad de los hijos, la condición de empleo, el estado socieconómico, los niveles de apoyo y otros factores.  La mayoría de los días, para mí, ser madre de pandemia se reduce simple —y no tan simplemente— a estar presente para mis hijos.

¿Cómo se manifiesta esto?  A veces, por la falta de energía para hacer que mi niña de tres  años de edad se cambie la pijama y deje su reloj de “Thomas the Train”, mientras observo su profunda satisfacción con el resultado de mi agotamiento.  Otras veces, es dejar mi teléfono (todavía estoy trabajando en esto) y estar completamente presente para mi bebita de tres meses y medio mientras murmulla y se comunica conmigo en su manera tan especial que algún día las dos entenderemos.  Para otros padres de familia, es dejar de comer para que sus hijas puedan hacerlo o perder un empleo porque se han visto forzados a quedarse en casa para cuidar a su hijo o hijos. 

A finales del 2020, después de sobrevivir muchos meses de confusión, confinamiento, angustia, agitación política y de ver sólo los ojos de la gente, mi esposo y yo, cautelosa pero optimísticamente, empezamos a considerar la posibilidad de tener otro hijo.  Supusimos que lo peor estaba detrás de nosotros y teníamos la esperanza de que habría alguna forma de volver a lo “normal”.  Conscientemente empezamos a imaginarnos una familia más grande y estuvimos de acuerdo con que era algo que queríamos — una decisión con una fecha límite autoimpuesta debido a mi edad y otros factores.  Cuando me enteré que estaba embarazada a principios de marzo del 2021, estuvimos más que eufóricos, pero también algo asustados ya que estaba haciéndose evidente que normal era algo lejano a lo cual nunca volveríamos.  No sólo sería una “madre de pandemia” sino que ahora también tendría un “bebé de pandemia”.  La idea me hizo estremecer.  Sin duda que estamos locos, me acuerdo que pensé.

Mi embarazo se desarrolló de una manera rápida y lenta, con un trasfondo de temor y preocupación siempre presente como esos sonidos que se usan para ocultar otros. ¿Qué traerá el futuro para mi bebé?  Nunca me imaginé que tendría un bebé durante una pandemia global al mismo tiempo que tengo otra niña que no ha celebrado una fiesta de cumpleaños en dos años.  Si bien he conocido personas que han fallecido de covid-19, afortunadamente nosotros no hemos tenido ninguna pérdida en nuestra familia inmediata.  Para muchos, la vida ha vuelto a plena acción.

Sin embargo, para aquellos de nosotros con hijos menores de cinco años, la vida diaria sigue sintiéndose llena de desafíos.  Yo no quería aceptar la etiqueta de madre de pandemia, pero ¿qué tenía de malo?  Después de todo, no sólo estoy criando hijos en lo que en cualquier momento es una experiencia brava y desconcertante, o ¿es criar hijos en tiempos de pandemia verdaderamente algo totalmente diferente?  Hasta el momento, mi conclusión es que se trata de algo totalmente diferente.

La Asociación de Sicológía de EE. UU. indica: “Las prácticas de crianza en el mundo comparten tres objetivos principales:  asegurar la salud y seguridad de los niños, preparar para la vida adultos productivos y transmitir valores culturales.  Una relación de alta calidad entre padres e hijos es crítica para el desarrollo saludable”.  Si parte de mi papel como madre de familia es asegurar la salud y seguridad de mis hijos, ¿cómo lo  consigo en medio de un virus que prospera y se propaga como un incendio forestal?  Cada salida se ha convertido en un encuentro cuidadosamente coordinado donde tengo que evaluar riesgo y seguridad.  Hay momentos cuando pienso:  “Sin duda que sería más fácil si todos contrajéramos el covid y saliéramos de esto”; pero, luego, me preocupa cómo afectaría a mis hijas, particularmente a la  bebé?  

No hay un manual para padres de pandemia y pocos de nosotros diríamos que nuestra relación con nuestros hijos es de “alta calidad” ahora mismo.  Muchos hemos tocado fondo y estamos funcionando desde un lugar de profundo agotamiento.  Cada vez que recibo una notificación de la escuela de mi hija, contengo la respiración, con la preocupación de que se trate de otro aviso sobre un cierre escolar.  Si bien este es un privilegio que muchos no tienen, he escogido no volver al trabajo en el futuro cercano para poder cuidar a nuestra bebé  y también estar disponible para la nena cuando su escuela cierra.  Mis metas profesionales están postergadas mientras me las arreglo para cuidar a dos pequeñas, como una domadora de circo, mientras mi esposo trabaja en el otro cuarto.

Es fácil concentrarse en todas las maneras en que siento que me estoy ahogando, pero tengo que reencauzar mi energía a algo un poquito menos serio.  De lo contrario, la impotencia me consumiría totalmente y no podría seguir criando y proveyendo para mis hijas.  En realidad, la crianza en tiempos de pandemia ha traído a flote una nueva clase de resiliencia.  Siempre he pensado que los padres y los niños son muy resilientes — siempre ha habido momentos desafiantes durante los cuales los padres de familia han tenido que encontrar una manera de responder, adaptarse y ser creativos para seguir a proveer por sus hijos.  La palabra “elasticidad” me viene a la mente, sólo que esta vez a los padres de familia se les está estirando en nuevas formas y ya no se puede volver a nuestra forma original.  Se nos está extendiendo a algo nuevo — algo mucho mayor de lo que nunca imaginamos.  Y, sí, es feo y desordenado y doloroso y desorienta pero quizás, tal vez quizás, no es del todo malo.  La interrogante entonces se convierte en:  ¿Cómo puedo —  cómo podemos como padres de familia — seguir a estar presentes para nuestros hijos?   

Desconozco el final de esta historia, pero sé que mis hijas todavía necesitan que encuentre maneras de estar presente y mostrarles algo que no sea miedo, preocupación o desesperación.  A mis compañeros padres de familia de pandemia:  Nosotros no pedimos esta carga adicional, pero está aquí y tenemos que seguir adelante.

Les digo lo que me digo a mí misma:  Recuerden que son lo suficientemente buenos y están haciendo lo mejor que pueden aunque puede que no parezca suficiente.  Sigan aferrándose a las formas en que pueden estar ahí presentes para sus hijos y traten de liberarse de sus propias expectativas.  Recuerden que no están solos.  Yo les veo, les oigo y estoy con ustedes en esta lucha.  Tener una “relación de alta calidad de padres-hijos” ahora mismo significa continuar a amar y estar presentes en la mejor manera que puedan.

Soy una madre de pandemia.  No tengo otra opción.  Escogí ser madre y así es que aquí estoy, me guste o no.  Escoger traer a un niño a este mundo ahora mismo, aunque parezca descabellado, también ha ofrecido muchos momentos hermosos conforme voy aprendiendo a amar en forma diferente ahora como madre de dos.

Así, mientras la mayoría de los padres de familia estamos abrumados por el caos que nos rodea, se nos pide no sólo que amemos de forma diferente, sino que criemos de forma diferente.  Tal vez algún día, dentro de muchos años, veamos hacia atrás y la palabra resiliente tenga un nuevo significado totalmente y aquellos que fuimos llamados “padres de pandemia” seamos vistos como algunas de las almas más valientes y adaptables hasta la fecha.

 

Liz Elmquist vive en Santa Fe con su esposo, Dana, y sus hijas, Luna de tres años y Della de tres meses de edad.  Exbailarina profesional, se convirtió en trabajadora social clínica, con especialidades en tratamiento del dolor, cuidados terminales y apoyo posparto.  Está por terminar su certificación como proveedora de atención posparto con el propósito de atender familias en el norte de Nuevo México.

 

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